En las últimas dos décadas en Ibiza se ha producido gradualmente una tendencia hacia el diseño de jardines con plantas autóctonas o del Mediterráneo. Una tendencia que ha ido acompañada en paralelo con la moda entre nuevos proyectos de interpretaciones modernas de la arquitectura original de la finca ibicenca, cómo se observa en el popular estilo Blakstad. Muchos de los árboles nativos de Ibiza tienen una importancia simbólica, así como con fines decorativos. Igual que ocurre con la arquitectura vernácula, en lo que se refiere a la construcción, los jardines autóctonos también tienen características que se convierten en ventajas importantes:
Adaptación al medio: menor necesidad de riego, cuidados intensivos, fertilizantes o productos químicos y más poder de recuperación por eventuales contratiempos y plagas. Las plantas mediterráneas toleran bien la sequía y soportan los descuidos.
Economía de recursos y ahorro energético: como gasto de agua, electricidad y otros recursos operativos, así como costes de servicios de jardinería y mantenimiento.
Sostenibilidad: de nuevo el menor gasto de agua dulce, un recurso cada vez más escaso en la isla, y se evita el impacto de especies invasoras y se fomenta la biodiversidad de flora y fauna autóctona, apoyando los hábitats naturales, la salud del suelo y la longevidad de especies locales.
Resistencia: el clima mediterráneo a veces puede ser abrupto y brusco; pueden ocurrir precipitaciones torrenciales en época de lluvias, sequías prolongadas en primavera o verano, causando el aumento del grado de salinidad del agua de red. Son puntos a tener en cuenta ya que pueden dañar en particular a las especies menos adaptadas al medio.
Reproducción: las plantas autóctonas se reproducen con más facilidad en un medio nativo, por lo que en jardines mediterráneos maduros es habitual que nuevos ejemplares de las plantas existentes aparezcan con más frecuencia.
Floración continuada: al ser el clima muy soleado, hace posible tener un jardín diseñado para que esté florido en todas las estaciones del año, siendo algunas plantas (como la Buganvilla, en floración prácticamente 10 meses).
Amplia variedad: el clima isleño de Ibiza, aunque sea considerado semiárido, es relativamente suave y ofrece una mayor variedad con múltiples posibilidades de color, textura y forma. Las diferentes combinaciones que ofrece se adaptan a multitud de diseños.
© Kelosa | Ibiza Selected Properties
Desde hace unas dos décadas, entre multitud propietarios de diferentes nacionalidades se experimenta un cambio de gustos en el tipo de jardines que rodean sus casas. Los jardines tropicales repletos de palmeras, mares de flores tropicales y grandes extensiones de césped, tan populares en los años 80 y 90, están dando paso a la sencillez de los orígenes y una disposición de carácter más silvestre y permacultivo – es decir, basado en el principio de «trabajar con la naturaleza», no contra ella.
Un ejemplo significativo de esta tendencia es el aumento disponer de jardínes silvestres. Se trata de dejar una parte del jardín totalmente o parcialmente asilvestrado, es decir, sin ningún tipo de cuidado ni intervención humana más que un arado de la tierra inicial o, en raras ocasiones, una intervención por plaga o enfermedad. El resultado es lo que ofrece el campo ibicenco por defecto, una gran variedad de flores de todos los colores, tipos y formas.
© Kelosa | Ibiza Selected Properties
Para dar más esplendor al jardín silvestre, existe una variedad de semillas de bellas flores de prado que se pueden esparcir por las parcelas. Estas especies pueden convivir en pequeños espacios y cada una aparecerá en su respectiva temporada. Sin embargo, en este caso la técnica del cuidado es más sofisticada y reside en quitar cuidadosamente las malas hierbas entre las plantas para que todo se desarrolle, florezca y vuelva a salir al año siguiente. Este proceso requiere cierta experiencia en jardinería y sobre todo ser diligente. Por el resto, las semillas están bien adaptadas a la meteorología y el suelo de la isla, por lo tanto no precisan de cuidados especiales o abonos y se reproducen sin demasiado esfuerzo.
En definitiva, el jardín mediterráneo recrea una sensación relajante, a través de sus plantas y flores de colores suaves con aromas inconfundibles. Por ejemplo, con la presencia de la lavanda, el romero y la jara se consigue un jardín frondoso, aromático y con mínimos cuidados. Un buen método es combinar diferentes plantas que florecen en diferentes épocas del año. Otras plantas, como las buganvillas o los hibiscos florecen durante prácticamente todo el año. Los olivos y los limoneros, a la vez de estar entre los árboles mejor adaptados al clima de Ibiza, dan un carácter elegante al jardín y una gran cantidad de frutos. Para crear un ambiente recogido, existen plantas trepadoras como viñas o enredaderas en enrejados verticales de aspecto rústico, aprovechando al máximo el espacio disponible, especialmente para jardines más pequeños.
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Hay dos tipos de jardines en Ibiza que entran en una categoría especial y necesitan un enfoque algo diferente. Los jardines junto al mar y los jardines de agua salina.
Jardines junto al mar.
En una isla relativamente pequeña, con una superficie de 572km², la influencia del mar se extiende hasta tierra adentro. Existen, por ejemplo, fuertes temporales que azotan la isla en invierno, dejando doblegados árboles en dirección contraria al viento como testigos de su intensidad. Es importante saber que estos temporales no se detienen ante los límites humanos, por lo tanto hay que tenerlos en cuenta para estar preparados ante las adversidades que suelen sufrir estos jardines.
El viento fuerte de la costa ibicenca puede abatir a las plantas más jóvenes, tronchando ramas de árboles y arbustos. Sin embargo, el viento no es el mayor problema, sino el salitre resultante que se deposita a través del viento sobre el manto de tierra y, disuelto por lluvias o agua de riego, llega a dañar las raíces finas de muchas plantas. Estas raíces finas son las que absorben y transportan el agua, por lo que pocas plantas se pueden recuperar de esta saturación salina. Además, estas sales transportadas por el viento también se depositan en las hojas y las pueden quemar.
El paso más importante sería escoger plantas que toleran la sal, lo que también evita costes de mantenimiento desmesurados. Estas plantas suelen ser originales de hábitats costeros y otros medios con alta salinidad, como lo son los patanos salobres. Un jardín cerca del mar óptimo debería, además, contener en su mayoría plantas y arbustos densos, formando una estructura firme de plantas robustas y resistentes al viento. Por lo general, este tipo de vegetación es de altura baja y tiene pocas flores. Las flores deberían ser selectas, más como toques de color que por el acostumbrado protagonismo que suelen tener en jardínes.
Las palmeras, los pinos y los cipreses, con sus troncos flexibles y resistentes, son indicados para emplazamientos costeros ventosos. Los árboles caducifolios presentan menos superficie que los vientos puedan atacar, ya que pierden sus hojas a partir de otoño cuando comienza la temporada. Las plantas suculentas tienen reservas de agua y son candidatas ideales para jardines de bajo mantenimiento y tienen una mayor tolerancia a los vientos marinos. Todo tipo de cactus es ideales en este medio, ya Ibiza se considera semi-árido y en estas condiciones lo resisten prácticamente todo.
© Kelosa | Ibiza Selected Properties
El verano es la estación más benigna para los jardines junto al mar. A partir de otoño se ponen a prueba las plantas y como muy tarde durante el primer invierno de su vida se demuestra si una planta tiene la resistencia suficiente para resistir a los vientos salobres. Los vientos fuertes del invierno en Ibiza soplan en un 90% desde el noroeste, por lo tanto los jardines de la costa sur y sureste están en gran medida más protegidos, con la opción de plantar una mayor variedad de especies «sensibles».
Jardines de agua salina.
Las residencias de la parte de sur-suroeste de Ibiza tienen un agua de suministro que es de una salinidad más alta, sobre todo en verano cuando más gente usa el agua de la red. A algunas alturas del verano hay que comprar el agua embotellada para cocinar o hacer un simple café, pero usar ese agua potable para el jardín sería de un coste desmesurado.
Muchos tipos de plantas sufren la salinidad del agua de riego, por las mismas razones que comentamos anteriormente, pero en este caso afecta sobre todo durante el verano. El agua de riego salina, añadido a los vientos salobres puede provocar todavía más estragos a las plantas que no estén aclimatadas a estas condiciones. Lo que suele ocurrir en estos casos es que las plantas presentan un buen aspecto durante el invierno y la primavera, por las aguas de lluvia que diluyen la salinidad del suelo y el riego, pero al llegar el verano empiezan a perder sus hojas y flores, presentando un estado cada vez más enfermizo hasta que no hay vuelta atrás, ya que si sus raíces no toleran la salinidad del suelo la planta se muere.
«Mediterranean Garden» by HeatherW is licensed under CC BY-NC 2.0
Para evitar escenarios dramáticos como la muerte en masa de las plantas o una factura de agua exorbitante, existen dos soluciones posibles: una es la construcción de una cisterna de recolección de agua en época de lluvias (otoño y primavera), lo que implicaría una obra, procesos de licencia y tampoco está del todo claro en que medida solucionaría el problema; la segunda opción, es adaptarse a las circunstancias y colocar plantas que soportan tanto la salinidad como la sequía. En este caso se recomienda plantarlas entre octubre y abril, cuando la abundancia de lluvias y el clima más templado ayuda a las plantas jóvenes a adaptarse a su nuevo hábitat, acostumbrándose después gradualmente a la salinidad creciente, el fuerte sol y las sequías del verano. Para más información, aquí una lista rápida de plantas resistentes a la salinidad.
Otras medidas que se pueden tomar para revertir la alta salinidad:
- Labrar el suelo, aportando materia orgánica y arena, para aumentar la permeabilidad del suelo.
- Instalar tubos de drenaje para evacuar el agua en exceso cargada de sales.
- Riego abundante de agua dulce que inunden la tierra, para lavar la tierra.
- Elegir plantas resistentes en general y la salinidad en particular.
- No abusar de fertilizantes, ya que que salinizan el suelo.
A la larga el mar y la sal tienen la fuerza de doblegar a las mayores precauciones y los cuidados de los que se pueda disponer, por lo que rebajar las pretensiones en un jardín cobra sentido para evitar disgustos, sobre todo teniendo en cuenta la belleza de las vistas al mar por sí mismas.
Referencias:
About Index. Noahs Garden – Soulgarden for Earthlovers. Ibiza. [consultado 18 de agosto 2020]
Elías Bonells, José. Jardines junto al mar de influencia marítima (2017). Blog: Jardines sin fronteras. [consultado 20 de agosto 2020]