La casa rural tradicional del campesino de Ibiza, también conocida como finca ibicenca, ha sido objeto de estudio y fascinación por parte de muchos personajes importantes de variados campos a lo largo del tiempo. Lo que se encontraron estos primeros visitantes fue una arquitectura que prácticamente no había variado a lo largo de los siglos, partiendo de unos orígenes fechados en la antigüedad. Esto fue debido principalmente a que Ibiza, durante la mayoría de su historia, fue una sociedad aislada cultural y económicamente que tuvo que valerse de recursos y conocimientos locales, los únicos a su alcance. El método de construcción de esta vivienda provenía de la sabiduría popular y se transmitía de generación en generación, persiguiendo la subsistencia y la practicidad. Fue esta practicidad, junto a la sencillez, la funcionalidad de cada elemento y su integración en el paisaje, lo que inspiró de esta singular y arcaica arquitectura y atrajo las primeras visitas de estudiosos a esta ‘isla remota’ en los años 1930.
Entre los arquitectos que atrajo la casa payesa ibicenca destacan Germán Rodríguez Arias o Josep Lluís Sert, del grupo GATEPAC-GATCPAC, o el alemán Erwin Broner, de la escuela Bauhaus. También atrajo a personajes conocidos de otros campos como el dadaísta Raoul Hausmann, artista y fotógrafo, que realizó una gran cantidad de fotografías de estas construcciones, o el filósofo Walter Benjamin, escritor y crítico literario, que profundizó en su teoría estética atraído por la austeridad y belleza de las finca ibicenca. Algunos de ellos se encargaron de divulgar esta arquitectura arcaica de Ibiza en exposiciones internacionales y, aunque la Guerra Civil Española (1936-39) y la llegada del fascismo interrumpiera el proceso, años más tarde volvieron a visitar e instalarse en Ibiza más estudiosos y artistas ya de forma contínua, motivados por esta misma fascinación.
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Definición y rasgos generales.
La casa rural ibicenca se define por un tipo de construcción de muros gruesos, compuesta por módulos cuadrangulares y techos horizontales sostenidos por vigas de madera. Se trata de una arquitectura sencilla y sobria, que se inicia añadiendo módulos cúbicos independientes que se articulan alrededor de un espacio rectangular transversal a la entrada, la sala principal o porxo; cada módulo tiene su propia función (salón polivalente, dormitorio, cocina o almacén) y los corrales para animales siempre se encuentran separados de este cuerpo principal. El conjunto total representa una casa totalmente funcional, muchas veces del todo ausente de elementos decorativos, que crecía en relación a las necesidades de ampliación de la familia o el trabajo de las tierras. Es además una vivienda en crecimiento contínuo, aunque en todas sus fases guarda la apariencia de un edificio acabado.
De izq. a drcha.: 1) Can Toni Martina, en St. Carles de Peralta. 2) Can Vicent Prats, en St. Antoni de Portmany. 3+4) Evolución general de la ampliación
Como suele ser común entre las viviendas anteriores a la era industrial, ninguna finca ibicenca es igual a la otra, aunque todas tienen ciertos rasgos en común que las definen como una arquitectura propia. Estos rasgos generales de la finca original son los siguientes:
Materiales. Construida por el campesino, está esencialmente hecha de materiales encontrados en el lugar mismo: piedra seca, vigas de sabina para el tejado, arena, arcilla y plantas marinas.
Implantación. La casa está idealmente situada en un punto alto de la ladera de una colina, con rocas como cimientos naturales, sacando partido de las particularidades topográficas y de la pendiente sin desbordar sobre los terrenos favorables al cultivo.
Orientación. La entrada está casi siempre orientada hacia el sur, dejando la montaña detrás, protegida de los vientos del norte y percibiendo así de forma continua la luz del sol.
Ausencia de ornamentos. Se muestra como una vivienda ante todo austera, práctica y funcional, rodeada de campos de cultivo y totalmente adaptada a las necesidades de la época en la que se construía. Posteriormente llegarían elementos decorativos como los arcos y las balaustradas de madera con formas talladas, pero son relativamente discretos y se concentran únicamente en la fachada principal.
Protagonismo de las fachadas. El tratamiento de las fachadas revela una neta jerarquía entre la fachada principal, blanqueada, y las otras fachadas, simplemente enlucidas o de piedra expuesta. Del mismo modo, los escasos elementos decorativos que se pueden encontrar en la finca original se concentran en la fachada principal.
Los muros son anchos, de casi un metro, y se componen de piedra seca y argamasa. La mayoría de las paredes están encaladas tanto en viviendas como en iglesias, aunque a veces se presentan desnudas mostrando la piedra. Los muros que cierran el edificio pueden presentar una forma de paredes escarpadas (inclinación y mayor grueso en la parte inferior) para reforzar la estructura y cumplir con la función defensiva.
Las ventanas son pequeñas y antiguamente no tenían vidrio, más estrechas en el lado exterior que en el interior, emulando así una fortaleza. Los contínuos asaltos y saqueos de vándalos y piratas durante siglos obligaron a esta doble función de las fincas. Otra función de las ventanas era resguardar el interior del sol en verano, contribuyendo así al aislamiento de la vivienda.
Los tejados son planos y originalmente se componían de tres capas: una de madera de sabina, otra de cenizas y plantas marinas (Posidonia oceánica) y una capa de arcilla, que actuaban como aislante e impermeable. En las azoteas se asoleaban diferentes frutos del campo y sirven para recoger el agua de lluvia que se canaliza a través de una cisterna.
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La finca ibicenca es una consecución de módulos cúbicos adosados y superpuestos, y se muestra como una construcción de líneas simples, horizontalidad, cerramiento, proporcionalidad y medidas humanas. La arquitectura tradicional ibicenca encuentra su expresión en la casa unifamiliar que se da en el entorno rural de la isla y, desarrollando una tipología concreta, se adapta tanto a las características del terreno como a las necesidades de sus habitantes.
La distribución original de las viviendas consiste en una puerta de entrada que da a la sala principal (el porxo), espacio público de la casa, lugar de reuniones importantes y transición entre el exterior y los ámbitos privados. A esta sala abren sus puertas las otras estancias, generalmente la cocina y dos ámbitos que originalmente servían a la vez como dormitorios y almacén. La cocina, igual o más amplia que el porxo, en los tiempos antiguos también servía para resguardarse del frío, alrededor de una hoguera encendida en el suelo, y de dormitorio ocasional durante los inviernos. El frontal de la casa se cerraba con una pared baja, en cuyo interior se guardaban protegidas del ganado multitud de plantas aromáticas y un pequeño huerto. Apartados de la casa principal estaban los corrales que albergaban los animales. Circundantes a éstos estaban los campos de cultivo, dispuestos en bancales de pared de piedra cuando había que aprovechar las abundantes pendientes que tiene la isla. En los alrededores de algunas fincas además se pueden encontrar otros elementos arquitectónicos, como la cochera, molinos de aceite, establos, hornos de cal, la era o el depósito de carbón.
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En los interiores originales de la finca ibicenca, de los que hoy sólo quedan los recuerdos y algunas fotografías, se encuentra la misma funcionalidad estricta y la austeridad que viene marcada por el exterior del edificio. La mayoría de las estancias no tienen una función definida, como la sala grande (porxo) o la cocina, que tienen múltiples usos. El escaso mobiliario y la ausencia de elementos decorativos en todas las estancias expresa una singular sencillez, un sentido puramente utilitario y hace que el habitáculo en sí adquiera un mayor protagonismo. La mayor entrada de luz se encuentra en el porxo, pero éste no suele tener más abertura que la puerta de entrada y las pequeñas ventanas, presentando un tipo de penumbra característica de los templos.
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Los interiores, sobretodo, pero también gran parte del exterior de la finca ibicenca, muestran un claro parentesco con las casas árabes del medio rural, a diferencia de las viviendas de Mallorca y Menorca, que se asemejan a las masías catalanas o las casas castellanas. En casas rurales de Túnez o Argelia encontramos rasgos muy similares a la finca ibicenca, como la misma economía de medios, la adecuación al entorno, la horizontalidad y una composición de módulos de las estancias. Este método de construcción también se encuentra desde el Himalaya hasta el sur del Atlas, pasando por el Yemen, y se inscribe en una larga tradición que se remonta a la era neolítica del Oriente Medio. Varios estudios indican que se desarrolla en Fenicia y Babilonia, para extenderse por la costa meridional de la cuenca mediterránea.
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Islas en la isla.
Desde los tiempos antiguos, los pobladores de Ibiza rompen con los dos tipos de asentamientos típicos de cualquier otro enclave mediterráneo: las comunidades que priorizaban las condiciones defensivas, al concentrarse en penínsulas o colinas, y las que primaban el comercio, situándose en poblaciones cerca del mar. En cambio, en Ibiza las casas rurales tienen un asentamiento dispersado por todo el territorio de la isla y su distribución dependía de las propiedades agrícolas (suelo cultivable, fértil), siendo las distancias entre ellas irrelevantes. Este fenómeno las convertía en una especie de islas en la isla.
La consecuencia de este insólito aislamiento fue que estas casas tuvieran que ser autosuficientes desde el primer momento y, a su vez, tener elementos que ofrecieran defensa y refugio, como los gruesos muros o las torres prediales. Incluso las iglesias, que fueron concebidas como fortalezas y refugios, invitando a una agrupación de casas a su alrededor, no consiguieron materializar en verdaderos poblados hasta los tiempos recientes y únicamente de forma pacial, como demuestra la dispersión de las viviendas rurales que hasta nuestros días raramente se encuentran agrupadas.
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La dispersión del hábitat en Ibiza es una constante desde la colonización púnica. Establecer las casas sobre las tierras que cultivaban era el modo más rentable, ya que los suelos considerados cultivables estaban excesivamente separados. Incluso la conquista catalana (1235) no significó apenas cambio alguno en el hábitat o el método de cultivo con respecto al modo que imperaba durante siglos con la ocupación árabe.
Factores como el aislamiento de las casas de los campesinos, la baja rentabilidad de sus explotaciones o los frecuentes ataques piratas, hizo que procuraran no depender de productos y manufacturas que no fueran básicos, lo que les llevó a una situación próxima a la autarquía. En consecuencia, las viviendas y los utensilios necesarios se realizaban con los materiales al alcance, lo que explica la ausencia de materiales de construcción como los ladrillos o las tejas. Esta dependencia del medio y la autarquía de la unidad de producción del campesino también son circunstancias que explican el arcaísmo de la arquitectura ibicenca y que apenas hubiera variado durante los siglos.
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De estas circunstancias desfavorables y una economía del campesino cercana a la subsistencia durante la mayor parte de su historia, surgen adaptaciones que tuvieron que asumir estas construcciones y sorprenden hoy en día al considerarse un modelo de arquitectura sostenible y bioclimática. De este modo, un clima de veranos calurosos, lluvias escasas e inviernos húmedos y un paisaje montañoso de escasas tierras para el cultivo, nos presenta las siguientes adaptaciones:
1. Aprovechamientos medioambientales y sostenibilidad
Como antes mencionado, aprovechando las rocas del terreno como cimientos naturales, la finca está construida utilizando los materiales encontrados en el lugar mismo, sin procesos de fabricación más que la mezcla de argamasa y los hornos de cal. Además, está idealmente situada en la pendiente de una colina, dejando la montaña detrás, en una superficie alta y con una ligera inclinación; lo cual sirve para evitar humedades y la lluvia torrencial, al mismo tiempo de estar protegida de los vientos del norte. Además, las azoteas planas sirven para recoger el agua de lluvia que se canaliza a través de una cisterna para su posterior consumo.
2. Bioclimática
Los muros gruesos y las ventanas pequeñas sirven para aislar la temperatura del exterior, para que el interior mantenga una temperatura fresca durante el verano y el calor en el invierno, adaptándose la casa a la climatología de cada ciclo. La ausencia de acristalamiento en las fincas originales garantizaba la ventilación necesaria para la transpiración de muros y tejados. Las fachadas orientadas al sur captan en su totalidad los rayos del sol en invierno y una mayor sombra en verano, al mismo tiempo que evita los vientos invernales del norte y permite la entrada de los vientos frescos del verano. Incluso el color blanco de las paredes tenía su función, al reflejar la luz del sol y evitar el recalentamiento del edificio en verano.
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Como no podía ser de otro modo, los más interesados en estudiar la casa rural ibicenca eran los arquitectos de vanguardia. En los años 30 era un momento de búsqueda de nuevas respuestas fuera del clasicismo, hacia nuevas formas: el racionalismo, la Bauhaus y sus herederos, Broner, Le Corbusier, el Grupo de Arquitectos y Técnicos Catalanes para el Progreso de la Arquitectura Contemporánea (GATCPAC), se encontraron en Ibiza con una arquitectura fuertemente moldeada por el clima, por los materiales al alcance y prácticamente carente de las influencias de los estilos artísticos o arquitectónicos de cada momento, fruto del contacto directo entre el ser humano y el medio en el cual desarrollaba su actividad. De hecho, la simplicidad cúbica de esta casa arcaica fue de algún modo la confirmación para esos vanguardistas de que lo por ellos promovido estaba en el buen camino, ya que venía refrendado por siglos de tradición anónima, desarrollada en una pequeña isla cuna de las culturas.
Los arquitectos de los años 30 describieron y acogieron muchos elementos de la casa tradicional, sin embargo no tuvieron demasiado interés en ampliar su estudio hacia temas más profundos como los orígenes históricos de esta arquitectura. En lo que se refiere a la investigación, no llegaría a profundizarse hasta dos o tres décadas después y cabe mencionar en especial dos nombres propios que prácticamente dedicaron sus vidas al estudio a esta arquitectura arcaica: el canadiense Rolph Blakstad, que es el responsable del primer estudio histórico-tipológico de la casa ibicenca, desarrollando una importante tesis sobre sus orígenes, y posteriormente funda un nuevo estilo arquitectónico, moderno pero fuertemente influenciado por la finca original; y el arquitecto belga Philippe Rotthier, que, aparte de su extensa investigación sobre estas construcciones, llevó a cabo numerosas rehabilitaciones y diseñó obras nuevas rigurosamente fieles a las antiguas fincas originales.
(CC) Ibiza_Balàfia 004, by Nicolas G. Mertens. Creative Commons License: CC BY-SA 4.0 (Changes made. Link to original)
Estudios comparativos como los de Blakstad y Rotthier, divulgados en libros y artículos, vieron en los antiguos territorios fenicios y sus áreas de influencias de Oriente Próximo, Mesopotamia y Egipto, a las culturas que importaron el modo de construcción a Ibiza, fechando su origen en el Neolítico. También consideraban la casa rural ibicenca como el legado más fiel que existe en el presente de las antiguas viviendas y palacios púnicos.
A través de una comparación de planos y dibujos de estas publicaciones puede verse la sorprendente serie de coincidencias constructivas que hay entre las arquitecturas milenarias de Fenicia, Mesopotamia y Egipto y la sencilla casa rural de Ibiza. Esta teoría es según la mayoría la más convincente, pero también tiene sus detractores dentro de la comunidad de investigadores. De hecho, este es un asunto que merece un artículo por sí solo.
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Hoy en día las nuevas fincas, para adaptarlas a las exigencias modernas, se construyen usando otros materiales y tienen considerables diferencias de forma y composición con respecto a las fincas originales. Se puede observar una ampliación de prácticamente todos los espacios y estancias, la creación de una mayor entrada de luz y altura de los techos, la unión y apertura de estancias, así como una mayor frecuencia de elementos decorativos como los muros inclinados, las pérgolas o los pabellones, entre otros. Estas son las más comunes adiciones que surgen de las nuevas tendencias y de las nuevas posibilidades que ofrecen los avances tecnológicos; sin embargo, en su esencia guarda gran similitud con las fincas antiguas, como la geometría básica de sus formas, el predominante color blanco o los gruesos muros. Las similitudes fundamentales que comparte con el minimalismo también explican la tendencia de estos dos estilos a combinarse.
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La escasez de formas y elementos decorativos que muestran las fincas antiguas es un fenómeno que estaba condicionado por la precariedad y la necesaria practicidad, revelando que estas viviendas no estaban hechas para ser vistas, sino para ser vividas. Es curioso que sea precisamente éste el aspecto que la hace hoy en día tan popular, pero principalmente por la propiedad visual de ese diseño y menos por la practicidad por la que fue concebida, aunque en muchos casos la siga manteniendo.
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No obstante, hasta hacía muy poco la casa rural ibicenca parecía estar desligada del proceso de transformación de la historia y era considerada un verdadero arquetipo de la arquitecura popular. Posiblemente constituya el último ejemplo de una sabiduría milenaria y de una forma de vida arcaica. Las construcciones tradicionales ibicencas se construían sin planos ni especialización, pero, integrado en una misma cultura de grupo, guardan la memoria, la técnica y la identidad de una comunidad.
(CC) CanFrareVerd-Ibiza, by JanManu. Creative Commons License: CC BY-SA 3.0 (Changes made. Link to original)
Referencias:
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White, C. and Blakstad, S. (2012). Ibiza blakstad houses. Barcelona, Spain: Loft.
Ferrer Abarzuza, A. (1974). La casa campesina de Ibiza. Madrid: Narria. [consultado 10 de abril 2016]
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Mestre, B. y Torres, E. (1971). Guía de Arquitectura de Ibiza y Formentera, islas Pitiusas. Cuadernos de Arquitectura y Urbanismo. [consultado 20 de abril 2016]
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Very interesting post.
El articulo está muy bien hecho y la arquitectura de Ibiza es fascinante. Ojalá publiquen más escritos sobre este interesante tema. Felicitaciones!
Muy interesante y bien estructuradoi el contenido, que sintetiza la esencia de lo «ibicenco».
Sólo he detectado el lapsus que justifica la falta de seguimiento de los arquitectos, por culpa de la victoria nacional de Franco y la supuesta inmersión en un FASCISMO, continuado, que no tiene nada de verídico. El fin de la guerra, supuso un periodo de carencias, que se fué paulatinamente resolviendo, sin que ello se deba a fascismo alguno, como argumentan, los del bando perdedor. Nadie impidió hasta 1975 y hoy día, la expansión de la cultura y todo el que tuviera interés, podía continuar sus investigaciones, sobre los temás de su interés, incluso escritas en catalán
Los autores citados, el canadiense Rolph Blakstad y el belga Philippe Rotthier, no tuvieron obstáculo alguno, a causa de ese supuesto «fascismo» y escribieron sus obras con plena libertad.